Nestor Damián Girett Anecdotas

Néstor Damián Girett y la Inolvidable Serenata del ‘Tuerto’ en Itacurubí

Una Noche Bohemia en el Corazón de Itacurubí: La Anécdota de Néstor Damián Girett

Viajemos en el tiempo hasta un lejano abril de 1970. El escenario es el tranquilo pueblo de Itacurubí de la Cordillera. Allí, un joven Néstor Damián Girett, ya una figura reconocida en la música paraguaya gracias a éxitos como «Amar y vivir» con el Dúo Pérez-Peralta, se encontraba disfrutando de un merecido descanso entre presentaciones.

Guitarreada y Amigos en la Barra Naranjaty

Según relata el propio artista, la noche encontró a un grupo de amigos de la «Barra Naranjaty» reunidos al costado de la ruta. Frente a la casa de don Dionisio Campuzano y doña Blanca Alonso, la costumbre de la época dictaba peña libre y guitarreada. El aire se llenaba con música, risas, el frescor de la cerveza y esa sana alegría de celebrar la vida.

Néstor Damián Girett recuerda con cariño: «Estábamos con Pachín Aguilera –un verdadero duende de la guitarra y el canto–, el dúo Cáceres-Durán, oriundos de la zona, y yo, compartiendo canciones populares y clásicas en un ambiente de pura camaradería».

Un Personaje Pintoresco y un Pedido Especial

En medio de esa atmósfera de franca diversión, apareció un hombre singular. Se acercó al grupo saludando a cada uno con una sonrisa amplia y fraterna. «Entre saludo y apretones de manos», cuenta Girett, «nos dimos cuenta de que aquel hombre de rostro amigable era tuerto». En nuestro incomparable guaraní, aclara, «le decimos hesakûpe«. Una escena simpática que capturó la atención de todos.

Este amable personaje, después de charlar con todos, hizo una propuesta: ¿podrían acompañarlo a llevar una serenata a una dama en Minas Cué? Esta histórica compañía de Itacurubí se encontraba a unos cuatro kilómetros del pueblo. Tras acordar el precio –que incluía el pago correspondiente y la promesa de cervezas–, el grupo aceptó.

Rumbo a Minas Cué: Una Serenata a la Antigua

«Todo arreglado, salimos caminando rumbo a aquel paraje», rememora Girett. Era un viaje corto motivado por el romance, una de esas costumbres de antaño que hoy parecen casi perdidas en el tiempo.

La Dedicatoria Más Original e Inesperada

Y aquí viene lo más sabroso de esta historia pueblerina. Néstor Damián continúa: «Mi amigo Pachín Aguilera, gran guitarrero y con alma de dramaturgo, le preguntó a nuestro romántico amigo tuerto el nombre de la dama a quien iba dirigida la serenata, para dedicarle formalmente el gesto».

La respuesta del hombre fue sorprendente. Dijo que no era necesario y pidió en guaraní: «Pe entende ykánte chupe ágâ mávapa la oguerúva serenata«. Es decir, solicitó que en la dedicatoria simplemente se dejara claro quién era el responsable de la serenata, ¡y punto! Que ella misma lo adivinara.

Llegaron a la ventana indicada. Pachín Aguilera le pidió a Néstor Damián un acorde de guarania. «Hice el rasguido», cuenta Girett, «y el recitador [Pachín] desgranó una especie de introducción, manifestando algo así»:

«Desde lejos hemos venido, cruzando campos y abrojos, el que te trae la serenata… ¡A un lado NO TIENE OJO!»

Punto y aparte. La serenata continuó, cobraron por el trabajo y el enamorado tuerto cumplió su cometido, dejando una anécdota imborrable en la memoria de los músicos.


Relato basado en la vivencia de Néstor Damián Girett, feliz coautor de la recordada canción «Isla Maleta».

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